miércoles, 17 de junio de 2009

Ulises


Por fin he leído la famosa novela que el irlandés James Joyce escribió entre 1914 y 1922, considerada en muchos ránkings como la mejor o más influyente novela del siglo XX.

Narra un día -el cuatro de junio de 1904, de 8 de la mañana a dos de la madrugada- en la vida de una persona, Leopold Bloom, descendientes de judíos húngaros, masón, casado, cornudo, con un trabajo mediocre, persona culta pero a quien muchos menosprecian. Durante ese día Bloom asiste al funeral de un amigo y deambula por las calles y los bares de Dublín, convirtiéndose ésta en protagonista principal del libro, con sus habitantes, sus costumbres y pensamientos. Pero hay más protagonistas, porque además de Leopold Bloom durante algunos momentos se narra desde el punto de vista de su esposa Molly, o del joven Stephen Dedalus, contrafigura de Joyce que ya apareció en el "Retrato de artista adolescente".

Es una novela compleja, en todos los sentidos del término. Sus dieciocho capítulos, de extensión creciente, están repletos de juegos de palabras, de simbolismos, de referencias a otras obras, de claves, de bromas muy personales, intrincadas y de difícil discernimiento.

Fue muy polémica en su día, por su lenguaje, por el tratamiento de ciertos temas, como los escatológicos o los sexuales, con un atrevimiento nunca visto con anterioridad, y sufrió múltiples censuras y prohibiciones. Un crítico acertó al calificar la novela de amoral, no inmoral: representa la realidad en su completa desnudez, sin abalarios. Pero también hoy en día es polémico, ya que mucha gente lo critica por su complejidad. Mi opinión es que el esfuerzo merece la pena, y que no hay que pretender entender cada palabra de él, hecho totalmente imposible. Simplemente dejarse llevar por su ritmo y disfrutar.

Estilísticamente destaca por su extraordinaria diversidad. Es una novela experimental, innovadora, arriesgada, provocadora, tratada desde un punto de vista satírico. El mismo Joyce comentó que muchos estudiarían su novela sin tener en cuenta que no contiene ni una línea que esté escrita como algo serio. Así trata con su particular sentido del humor a las religiones -estudió con los jesuitas, y el poso cultural queda patente en su obra, pero renegó de la doctrina-, el nacionalismo, y otros muchos asuntos. Enuncio otros temas que son leit motiv de la novela: el judaísmo, el mundo griego, Shakespeare, la vida social en los bares, la atracción sexual, la música, la bebida.

Emplea multitud de narradores y pasa sin problema alguno de la narración objetiva al monólogo interior, obteniendo gran significación su representación del proceso mental de los personajes.

También contiene algunos episodios onírico-fellinianos; otros en los que no hay separación mediante signos de puntuación; otros escritos mediante preguntas y respuestas al estilo de un catecismo...

Semejante libro evidentemente pierde mucho al ser traducido, pero gracias al trabajo de José María Valverde, su mejor traductor, los hispanohablantes podemos disfrutar plenamente de la obra.

Joyce, años después de publicar la obra escribió a unos amigos una especie de guía en la que identificaba cada uno de los capítulos con colores, partes del cuerpo, capítulos de "La Odisea",...Tras leer el libro puedo decir que esta guía no es en modo alguno necesaria, y que no es imprescindible la prelectura del texto homérico, ya que muchas de las referencias son realmente vagas y no influyen en la lectura.

James Joyce fue, en definitiva, un Creador. Así, en mayúscula.

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